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miércoles, 30 de julio de 2008

Salida de madre


Señor
he sentido tu presencia
cubriendo las incontables
horas de apego físico,
Cuando el cuerpo de aquella
que amé y me amó
no podía partir.
Mientras yo, llorando en su pecho
creía que le podía dar un halo de
vida, mi aliento.

Solo pude darle esa corriente
que alimentó mi cuerpo cuando
apenas me formaba en el útero.

Sangre mía de derrota
Sangre suya de muerte!
corrientes de vida uniéndose,
aún más allá de lo terreno.

Señor
pude sentir que no eres tu
ni tu voluntad, ni la mía, el partir,
es solo el alma buscando
escape a esto que llamamos vida.
No existe más la expiación en fuego
y azufre, ni el castigo ni las miserias,
los dogmas reinventados.

Solo existes tu y el amor
que es la fuerza cohesiva del universo,
el aire, el fuego, el éter, tierra y agua,
unidos para dar y nosotros ignorándolo.
Contigo viajé más allá de los límites
de mis sentidos físicos,
en la dimensión del misterio fue.
Hoy veo las diminutas
luces de la gran ciudad.
Me siento un punto de luz.
Habito un mundo distinto
cargado de éxtasis, de locura,
pero una locura supremamente buena,
un infierno de placer, lujuria y fuego
que yo misma elegí, que ya también purgué.
Salida de madre, salida del vientre
volveré si es preciso, una y mil veces
a la tierra, a la materia
para aprender a amar!!!

Oda a la noche


Dios! desde todos los puntos
veo la ciudad dormida
en un caos planetario.
Dentro de todas las formas
te hallé.
No existe más el miedo,
las sombras, el túnel
ni el bajo mundo que antes
percibí.
Es de noche y nada me impide
cerrar los ojos y unirme a tu ensueño.
Todo es fácil al trasponer
el umbral que nos separa
ya que no tengo miedo
de bajar al abismo
y escuchar la siniestra furia
de ondinas y salamandras,
agua y fuego juntos
la tierra sacudiéndose
en un espasmódico orgasmo
girando el eje y acomodándose
a la polaridad de los Andes.
Ven! haz que desgarre el velo!
quiero confesarte mis infamias!
De la interminable boda de lujuria y deseo,
del vino, de los hombres que nunca tuve
pero que amé,
su elixir.
Del mal que me atrae,
me envuelve, me domina,
que ya expié al amar como nadie.
Que pagué la pasión, el placer
la locura, la interminable boda
de lujuria y fuego.
Amé a los hombres que pude
quienes me enseñaron del dolor
el llanto, la sangre, la noche
y un alma pequeña oculta,
dormida aún en sus corazones
y sin embargo en cada uno de ellos te hallé!