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viernes, 24 de julio de 2009

continúa La Noche Jaime Saenz


Extrañamente, la noche en la ciudad, la noche doméstica, la noche oscura; la noche que se cierne sobre el mundo; la noche que se duerme, y que se sueña, y que se muere; la noche que se mira, no tiene nada que ver con la noche.
Pues la noche sólo se da en la realidad verdadera, y no todos la perciben.
Es un relámpago providencial que te sacude, y que, en el instante preciso, te señala un espacio en el mundo:
un espacio, uno solo; para habitar, para estar, para morir - y tal es espacio de tu cuerpo.
Pues existe un mandato, que tú deberías cumplir, en homenaje a la realidad de la noche, que es la tuya propia; aun a costa de renunciamientos imposibles, y de interminables tormentos,
deberías decir adiós, y recogerte al espacio de tu cuerpo.
Y deber´+ias hacerlo, sin importar el escarnio y la condena de un mundo amable y sensato.
Es de advertir que miles y miles de mortales se recogen tranquilamente al espacio de sus respectivos cuerpos,
día tras día y quieras que no, al toque de rutilantes trompetas, y en medio de lágrimas y lamentos;
pues en realidad, recogerse al espacio del cuerpo, es morir.
Pero aquí se trata de morir.
Aquí se trata de cumplir el mandato; y por idéntica razón, habrá que vivir.
Y tan es así que no se podrá cumplir el mandato, sino a condición de rcogerse al espacio del cuerpo, con el deliberado propósito de vivir.
Lo cierto es que aquel que comete tan alta aventura, no hacae otra cosa que ocultarse de la muerte,
para vislumbrar así la manera de ser la muerte.