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jueves, 29 de abril de 2010

4. El camino al goce

4.
Resuena en el alma la letra
se suma a las emociones y sentimientos
es como un relámpago que te sacude, y que, en el momento preciso, te señala el momento para poder salir. Un instante, uno solo; para decir, para soltar las emociones, para darle forma a la palabra, para no ahogarte- tal es la travesía.
Si todavía lo recuerdo... en un momento nos dejamos llevar, sentí tu respiración muy fuerte; tomé tus manos para conducirte, pero terminé arrastrada por esa vorágine.
Debí haber crecido de prisa después de salir de la casa paterna, después de eliminar algunos miedos, los miedos más simples; porque una noche mientras viajaba en la ruta antigua de Cochabamba a Santa Cruz con un hombre (al cual yo sabía que le gustaba desde que éramos unos chiquillos), sucedió aquello que yo retracé durante años, porque nos unía una relación muy cercana, éramos casi hermanos porque nos criamos juntos y nacimos de dos hermanos. Esa noche, mientras viajábamos, charlamos de todo, me preguntó de la universidad, de cómo me iba, le conté que no me iba nada bien porque estudiaba una carrera sin ningún interés- que era feo tener que hacer materias que uno odia, o quedarte perpleja ante la pizarra: en blanco y no poder resolver ninguna ecuación de microeconomía o contabilidad, hablamos de él, de su flamante carrera, del frío que soportaba en las noches heladas de esa ciudad del Altiplano; agotamos casi todos los temas y terminé dormida por el largo traqueteo del bus.
Casi a las dos horas, sentí que mi cabeza descansaba en su hombro y de esa misma manera empezó todo, en ese mismo momento; pese a que años antes, cuando éramos niños él fue el primer hombre que agarró mi mano con gesto inocente y me dijo que me amaba. Entonces yo no entendía nada de esas cosas y aterrada dejé que mi mano se quede por varios momentos unida a la suya.
Pero te contaba, que esa noche del viaje, me dormí por el cansancio del camino, la noche era serena, una luna acompañaba el tránsito, todos los pasajeros dormían, menos él, me imagino que así sucedió todo, porque ee desperté con su mano dulce que rosaba mi cara, los labios; los palpaba, yo entreabría la boca para no gritar, en un minúsculo movimiento lo besé, nos besamos apasionadamente, luego su mano fue bajando a los pechos de niña, el los cogió y los besaba, primero uno, luego el otro, de rato en rato miraba a los vecinos de asiento por si ellos se hayan despertado; pero después seguía, la mano subía y bajaba a los caminos inexplorados, aún inexpertos;
yo agarraba su mano, la subía como al descuido, porque tenía miedo; me gustaba.
El camino al goce, simple y llanamente extraño, inexplorado para mí, acerqué mi cuerpo hacia él, las manos simplemente tocaban el vértice e inundada de fuego me estremecí toda.