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martes, 19 de agosto de 2008

Y se muy bien


Y se muy bien que no traspasarás
este río que te retiene en su corriente
no lograrás penetrar la materia
ni convertir el éter de los recuerdos
en cuerpo, ni en abrazos, ni en los sinsabores.
Ni en el gesto de desvestir cada noche
el cuerpo que te reclama.
Ni estarás en la sonrisa que alivia
la soledad que me desborda.
Ni en la línea que suena y trae tu voz
del otro lado de la ciudad,
ni en las mañanas al despertar
sonámbulos de encanto.

No, no estarás y me ensombreceré toda
me molestaré yo misma
al no encontrarte recitaré un mantra
para sostenerme en pie,
para decir que el aliento viene de otra parte
no solo de ti.
Me enojaré amor mío
sin que tu lo sepas,
y cocinaré el plato que te gustaba
y escucharé la música que guarda tu aliento,
pero todo ello no será para ti,
porque ambos sabemos
que la danza que inicio no te llegará.
Y diré las cosas que puedo decir
cuando se precede al amor
cuando la cálida oleada recorra mi cuerpo
me estremeceré niño mío
aunque no estés en esta ciudad llena de escombros.
No estarás para nada
no serás nada
y cuando piense en ti
lo haré con una idea obscena
que oscuramente me vuelve a ti.

La lujuria y la pasión


Por la sombra y el perfume que te nombran,
por la mortal herida que dejaste,
por el sinsabor,
por la lujuria y la pasión,
el embeleso,
el desencanto y la ternura.

Nomás que por la sombra
que te nombra y te resume,
nomás por ti, por tenerte
volvería a mirarme
en los espejos del espanto,
volvería a ensayar tu nombre junto a l mío,
nomás por sentir tu piel
tu cuerpo claro, tus ojos,
tu silueta, tu sal, tu boca,
volvería probar el turbio trueque,
volvería a probar el horror
que un día nos consumió.

Pero vamos!
fue un horror supremamente bueno
apasionado, cruel, tierno
fue un infierno amable.

Nomás por unos minutos
me jugaría entra,
compraría tu cuerpo
te daría los billetes,
te prostituiría…
y andaría a la par que una callejera
besando la miel,
consiguiendo el cielo
a través de esa espasmódica
sensación de vuelo.

Hoy, con la madurez a flor y a flote
me daría el lujo de ceder a tu fantasma
y anegarme en tu lecho,
en tus brazos y en tu fuego
en lugar de estar en esta nada
que a otra nada nombra.

El sudor que destila tu cuerpo


Cuando pasa el día,
qué bueno es tenerte
pegado a mi pecho
al borde de la noche.
Créeme que es un remanso,
estar unidos por lazos de acero y miel;
los de acero nos atan,
los de miel nos dejan libres
para sentir aquello que desborda
mis sentidos.

No sé si te diste cuenta
ahora que pasó el tiempo
las estaciones, la primavera
me volví tierna, pero también
volcánica e intensa.
Que gozo más el silencio,
lo misterioso, lo oculto,
tu respiración, tu sombra,
o el sudor que destila tu cuerpo
y presiente el olfato tu silueta
al borde del grito
que hubo que callar
para que los demás
no sientan rabia, agonía o tristeza
al notar este enredo de cuerpos sutiles
que viven que viajan que vuelan.
Que sienten que están vivos.

Creo que nada de lo andado
vale más que este momento,
Nada vale contra esta ternura abrasadora
que sube por tu piel y por mis sienes
ni la soledad, ese huracán
que desata sueños e inventa ilusiones.

Esta sangre que nos une y nos derrota


Ayer vi tu cuerpo acongojado,
nublado de luna y vacío,
como cuando nos atraviesa una estampida
o una ráfaga hace estallar el corazón,
nos calla el asombro y
la soberbia...
nuestros cuerpos se abrazan desnudos
vulnerables,
escondidos de miedo,
de espanto.

Luego emerge tu voz
volviéndome firmemente a la razón
me impulsa a no callar, a no caer,
como si saliéramos de la ciénaga
malheridos,
entre las piedras, sirenas, escombros
la nada....
Ayyy! amor amante
aún duele el alma y los ojos,
no puedo digo
Pero siempre emerge tu voz
gritando,
amor amante vamos!
levantémonos,
la realidad nos golpea,
nos golpea duro,
el carmesí de las calles nos reclama
el escarlata en los hospitales nos grita,
entonces algo se inflama en mi pecho
y me doy cuenta que no solo somos pasión amor,
sueño, ternura,
también somos llanto y sangre
esta sangre que nos une y nos derrota,
somos rabia, espanto y miedo.

Somos dos para hacer el fuego
para soplar e incendiar lo nauseabundo
lo que apesta, lo que corroe
y que se atreva el mundo a matar
dos voces,
cuatro manos que aún pueden decir y hacer lo que sienten.

La Paz, 18 de febrero de 2003

Alto Invierno- cuento


Este año las cosas se pusieron medio feas por aquí. Tuve que desalojar el cuartito que tenía en el barrio central por falta de dinero para el maldito alquiler. Fui a parar a un lugar alejado y habitado por el invierno; perenne el invierno en este lugar, aunque sea verano, pero aquí en Alto Invierno, siempre, pero siempre hace frío.

Una noche salí con un hombre ya maduro, amigo de ocasiones. Salí para hablar de situaciones... de conseguir un trabajo y demás cuestiones... ¿Qué cómo iba a imaginar que este hombre tan serio quisiera tener un romance conmigo?. Caí como quien dice " como tontita". Lo raro es que no opuse resistencia, claro, cómo iba yo a hacerme la cortita, si andaba con tanta hambre, comiendo cualquier cosa, durmiendo mal y por lo menos una noche quería sentir calor.

Fue una noche de locura imparable, si hasta temblé, grité y luego lloré de rabia de saberme como piruja barata haciendo el amor con aquel hombre. Y lo peor de todo fue que me gustó sentirme amarrada por lo menos unos instantes a su piel, a sus escasos cabellos y a sus manos que como durazno sedoso se asían a las mías.

Pero de todo aquello lo que más me asombró fue su ternura. Era innegable su ternura. Era más fuerte que todo... si hasta luego de los afanes esos propios de la pasión, se recostó quedito en mi pecho y me dijo:
- hola!, y lo dijo tan bonito!.

Sus manos recorrieron mi cuerpo haciéndome retorcer no de placer, pero si de ternura. El no me dió placer, pero sí esa dulzura extrema que jamás yo había sentido. Y lo peor de todo es que yo sabía que aquello no debía ser. Podía ser, claro, porque todo es posible. Pero no debió ser, de eso estoy segura.

Por mucho tiempo no lo volví a ver. Me escondí en el horizonte gris de mis pensamientos, en esa extraña forma de vivir, comiendo cualquier cosa y tratando de olvidar a aquel hombre.

Después de un tiempo lo encontré en la calle, se me acercó diciendo:

- Venga mi muchachita, echémonos a perder niña linda!.
Y era la misma voz risueña, pegajosa, excitante de la noche aquella cuando quedito al oido me repetía:

- Ven!, ven!, no te me escapes ven!
- chica, ven!, ven!
- Chica, ven!
- Chica!


Las cosas andaron retemal para mi desde entonces. Porque sigo pensando que aquello no puede ser y lo volví a hacer, porque puede ser claro!, pero no debió ser.





2..//

A veces pienso que el mundo está al revés y no entiendo los límites de la infidelidad humana. Si hace unos días, semanas tal vez, yo lo ví de la mano de aquella señora gordita de ojos profundos. Los ví tan juntitos que pensé, Dios mío, él no necesita otro cariño!.

La infidelidad es la madre de las soledades- pensé. Y es tan fácil sentirla como hacerla, tiene dentro esa picardía de lo indecible, esa malicia de la carne que lucha contra el espíritu. Es insinuante, coqueta, risueña, tiene los ojos verdes como la esperanza que yo siento aquí muy dentro, cuando pienso que él me quiere y sé que no es cierto.

Por eso digo que las cosas andan rete mal aquí en Alto Invierno. Con esto de las heladas contínuas del verano, las constantes lluvias, se me ponen fríos los pies y el alma, y no duermo en las noches, ando divagando y pensando, cómo es que pude ser tan tonta! meterme con un hombre casado!- vaya con el adagio, casado pero no castrado.

Pero eso sí, todo el tiempo me anda trastabillando en la cabeza ese manantial de ternura que gastó en mí. A lo mejor lo hizo por lástima, por placer al verme tan bonita, tan sola y con tanta hambre.

Todo anda de mal en peor aquí en Alto Invierno. El es casado. Pero de su ternura y de sus ojos, no puedo olvidarme. No quiero olvidarme.