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martes, 19 de agosto de 2008

El sudor que destila tu cuerpo


Cuando pasa el día,
qué bueno es tenerte
pegado a mi pecho
al borde de la noche.
Créeme que es un remanso,
estar unidos por lazos de acero y miel;
los de acero nos atan,
los de miel nos dejan libres
para sentir aquello que desborda
mis sentidos.

No sé si te diste cuenta
ahora que pasó el tiempo
las estaciones, la primavera
me volví tierna, pero también
volcánica e intensa.
Que gozo más el silencio,
lo misterioso, lo oculto,
tu respiración, tu sombra,
o el sudor que destila tu cuerpo
y presiente el olfato tu silueta
al borde del grito
que hubo que callar
para que los demás
no sientan rabia, agonía o tristeza
al notar este enredo de cuerpos sutiles
que viven que viajan que vuelan.
Que sienten que están vivos.

Creo que nada de lo andado
vale más que este momento,
Nada vale contra esta ternura abrasadora
que sube por tu piel y por mis sienes
ni la soledad, ese huracán
que desata sueños e inventa ilusiones.

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