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miércoles, 21 de enero de 2009

El botón de mis senos


El botón de mis senos


Créeme cuando susurro
en la noche tu nombre
que se viste de escombros, y
sigiloso asoma tu cuerpo
al tocarme, y estremece
de enigmas la piel.
Tus manos tocándome y el cuerpo
se retuerce de placer al pensar
que no necesito de ti,
porque te tengo.
Has traspasado los límites
de la mente,
has llenado de silencio
y has visto crecer
el botón de mis senos…
Creo que de nada sirve luchar
contra esta caricia
abrasadora que recorre la piel.
Ni el tiempo ni el destino
ese arbitrario cruel
que avanza como una avalancha,
ni la verdad, esa cruel viñeta de la vida.
Ya mucho más allá del plano físico
existe un territorio:
la geografía de tu cuerpo,
el mapa que traza sutilmente
los límites
entre lo que es y lo que fue,
un laberinto casi mítico,
donde es posible ser feliz.
Todo el ritual pasa una y otra vez
en el reflejo de la soledad: tus ojos,
tus cabellos, tu boca
que se torna loca, que me aloca,
que sube hasta las lunas
que besa, que lame,
que bebe la miel,
el elixir del placer que se escurre
sobre tus dedos que resbala,
que encandila, que penetra
y me sumerge en el río,
navegando más allá y
de este lado te poseo,
mientras juegas con otra mujer
los juegos de la resignación
porque fuiste cobarde,
porque creíste que no era,
que no servía, que no podía,
pero ya ves, sigo viva
y aún de lejos hago que tu cuerpo
reviva día a día la sal,
la sazón y esa entrañable ternura de la tarde.
Me gustaría que creyeras
que esto es el triste juego de las compensaciones
con que consuelo tu partida.
Yo que duermo a la orilla de otro cuerpo
tengo miedo amor de caer en el abismo.
Yo que duermo a la orilla de otros brazos
disfruto en otro y pienso en vos.
Tu que sueñas amarrado a otras manos
tienes deseos de mi
y te hundes más y más.