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miércoles, 8 de julio de 2009

Sólo tu

Todo lo que de vos soñé
se cumple en un pálido reflejo
tu perfume, tu sudor
la sal que destila tu cuerpo
y aquí en la otra orilla te poseo.
Mientras tú juegas a ser el esposo fiel
que sale los domingos en esa interminable huella de rutina,
mientras juegas a amar
los juegos del roce, del cuerpo tibio en las mañanas.
La verdad es que poco me importa
que tus labios besen y se aferren a la amorfa simetría de otro cuerpo
Yo me habría inventado otras rutinas
para no dejarnos,
por ejemplo hubiera dicho " te amo" en medio de la noche
sonnolienta y casi dormida,
me habría escurrido entre tus piernas
besado la cadera, la curvatura del cuerpo
e incluso tus ojos violando tu sueño.
Sé muy bien lo que hubieras sentido
cuando loco de entuciasmo
te habrías desenvuelto y jugado
con esa melodía que emana de mi piel.
Anda, sigue pues viviendo esa farsa cruel
mientras duermes a la orilla de otro cuerpo
mientras piensas que soy yo quien duerme a la orilla tuya!!

La Paz




Vivir en La Paz es descubrirla para amarla y ya nunca dejar de sentir ese nexo, esa constante creencia de que habitarla es un ascenso al cielo. Para conocerla hay que tomarse descanso, pues llegar a todos sus barrios es imposible en pocos días. Mientras tanto abrá que aprovechar su estructura de subidas y bajadas, respirar el oxígeno puro y seguir sus ondulaciones como se sigue un cuerpo de mujer con sus curvas y la cadencia de sus caderas de fuego, perseguirla en sus nombres: Sopocachi, San Jorge, San Pedro, Obrajes, Calacoto, Cotacota, Achumani, Ovejuyo, y sus villas... tantas villas que la habitan: Villa Copacabana, Villa San Antonio, Villa Fátima viajar entre estos nombres es emprender una travesía.


En L a Paz, la altura es un pétalo de espanto que vive adherido al corazón de la ciduad. Tiene magia, encanto y transparencia por su cielo azul en invierno, primavera, verano y otoño, siempre es azul y traslúcido. El color cambia por la noche. Ah! la noche paceña, un multiuniverso de estrellas la ilumina, por donde se mire se ven lucecitas intermitentes, fosforecentes, blancas, amarillas, azules, celestes, naranjas y opacas, alguna semejan luciernagas, otras estrellas luminosas que asoman por todas partes, desde las casas de las laderas, de los cerros, los edificios, de todas partes salieron luciérnagas y comenezaron a arder entre las montañas como un camino de luz, agitada y rumorosa.


La Paz también es caótica, sinuosa y bulliciosa. Debe ser por su estructura tan complicada, por los miles de autos que llenas sus calles, por los boceros de los minibuses que gritan al ritmo agitado del tráfico, por las marchas que paran el tráfico a diario, por el bullicio, por los vendedores ambulantes, por el ir y venir de las gentes, por los mercados, el bullicio; y parece una ciudad cansada. Entonces se sacude como un elefante herido y se derrumba, agoniza y muere.

Nada más doloroso que ver la ciudad derrumbarse. Sus heridas grises no sangran, pero su piel va cayendo de a poquito como su tierra, enterrándolo todo. Cuando los 36 ríos que cruzan la ciudad se agotan de tanto deshecho y miseria, también se desangran, las ondinas que habitan los ríos de La Paz saben protestar de manera terrible, corren ahogándolo todo, como un río revuelto que busca cambiar de cauce dejando a su paso miseria y abandono.

Entonces algo me aprieta aquí en mi pecho y a empujones me retiene la lágrima, es algo que no tiene alivio, que no tiene filiación, ni sindicato ni nombre... algo que a lo mejor no tiene remedio ni nunca lo tendrá, hasta que no aprendamos que esta ciudad necesita también de nuestro amor, como todo en el onniverso.