El amor que te hace sentir una planta al crecer, el contemplar las hojas de otoño que tiñen la tierra con colores cafés, beige, naranjas; el amor que te da un niño cuando lo besas, y ver en cada cosa pequeña o grande la creación, eso te cambia la vida y el modo de ver el mundo.
De esta manera el karma se torna llevadero, sutil, casi imperceptible. Pero como toda alma que está aprendiendo a crecer, la impaciencia llega y quiero que el karma es el desencadenamiento desastroso de las acciones, de sus causas y sus efectos; se vaya del todo y pronto.
Yo como el budista quiero retirarme del karma; quiero transmutarlo, suspender for ever el juego de la causalidad; quiero alejar los signos, eliminar y llegar lo más pronto al nirvana.