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jueves, 9 de octubre de 2008


Algo diferente a ti
Vuelvo a sabotearme yo misma,
me inclino respetuosa ante mi cuerpo
tocando mis pechos cuyas aureolas
rosadas se disparan.
Creo que soy esa niña que a los 12
veía su cuerpo cambiar y se asustaba
al ver que el río fluía y fluía
y más tarde se jactaba ante las amigas
de tener un cuerpo de miel canela, puro
como sus ojos.
Pienso que soy ahora la dama inútil
que escribe tocando las teclas del ordenador
como si fueran las patitas de un ciempiés,
que acaricia su cuerpo y piensa
que los dioses se han extinguido,
que los hombres están muriendo.


No extraño nada de ti, ni siquiera esas charlas
amenas sobre la política, el desamor
la teosofía. Siento un hueco aquí dentro,
y estoy reventando de tristeza,
siento que la vida me agrede,
pero es fácil salir de esto,
una caminata, una película,
un pretexto cualquiera para llorar
y abrir el cráter, de este corazón
que no aprende.

Me parece que tu mano
despeina esta congoja
¡No te extraño!
sólo aquellas cosas pequeñas
sin sentido, de repente me faltan
y quisiera buscarlas: salir, comprar
tu cuerpo, pagarte un cheque,
hacerte sentir como nadie,
como nadie nunca pudo,
inventar cada hora motivos diferentes,
sensaciones que te hagan vibrar.

Pero me doy cuenta
que hasta eso es sabotaje,
ese inventarme yo misma
para ser por ti, no es preciso,
no es justo, no es necesario.

Me parece que en realidad lo que quiero
es otra cosa, algo diferente a ti,
por ejemplo, la sonrisa, el romance,
el galanteo, ese animal furtivo
que no vive en tu mirada
ni en tu cuerpo!



Escrito por Raul F. sobre el cuento Las Hijas de Dyango

Nota: El autor de este fragmento, se inspiró en el Cuento Las Hijas de Dyango, uno de los libros más famosos de la autora.
SELVA...

...Se ganaron el apodo de las Hijas de Dyango
porque literalmente tiraban a matar...
Roxana Sélum
A ti...

Cuando entraba al Café Ciudad, quedé fulminado. Sonreía... y era Beniana... gozaba con los ojos cerrados y la boca entreabierta, trazos en éxtasis, silueta en risa; sonreía toda ella; nariz abombada en el naciente y esbelta tesitura ante los ojos; tan camba, tan mujer; en femenino garbo y coquetería oriental de una hembra bien hembra; ni joven, vieja tampoco; de San Ignacio de Moxos; ella... Un escozor en el vientre recorre mi cuerpo, y tomo el aire natural de quien mucho espera, dueño del mundo ; piropo con ardor galante a su belleza, aire ausente...

El paso lento a la mesa contigua que me permita verla/oírla, ha revelado una computadora portátil que, frente a ella, exhibe un periodista con cierto aire de suficiencia y nombre de futbolista. La pantalla refleja breve introito y luego una especie de cuestionario electrónico; que bajo premisas generales (preguntas), graba el diálogo de voces y lo inserta como texto, procesa la respuesta, sugiere sentidos posibles, descompone significantes inferidos y enlaza con la siguiente pregunta, todo ello configurado por las redes de significaciones que su propietario inserta en el sistema, a través de un test proyectivo; el último prodigio de comunicadores, analistas y listos-del-ano (en frase de Javier Medina).

Parecía una entrevista y me llamó la atención; escuché con tabaco negro y unas chevas. Comenzaba por hablar del erotismo en la literatura boliviana y prometía una charla con aquella “representante y exponente destacada de este género”; mezcla de lenguaje jacobino y discurso de maestro de ceremonias... Capté su atención, cierto, pero involuntariamente y desprovisto de cálculo e intención alguna.

Hablar de “literatura erótica” es tan fútil como leer poesía moderna, aquella especie de bohemia de empleado público... erotizada es la narración histórica de Alcides Arguedas, cuando relataba los aprestos de Juana Sánchez, quien dijo sobre Melgarejo: me embestía como un toro... o el gran Humberto Eco, que valoraba la narrativa en prosa vibrante y profunda de Carlos Marx, prediciendo con acierto sus amores eróticos con Jenny von Westfalia y, en cambio, a fuerza de follar diariamente con la Krupushkaya, se puede escribir un libraco como materialismo y empirocriticismo... En la moderna fábrica especializada de saberes, el erotismo parece una especería que pretende anaquel propio y, al final, en acto de liberación, todos terminan sus días a doble filo...

Tras una pausa comensal, reanudaron la entrevista con el marco de cierta literatura boliviana, destacando la ruptura de tabúes y demás pendejadas de la jerga freudiana con pinceladas de sociología norteamericana, sofística de Bill Gates y crítica literaria yuppie -de abundante información y poca sustancia- que debería inteligentemente acogotar al “contendor”, es decir, entrevistado. Se nota que cada instante, la naturaleza del tema y monumental hembra enfrente, abruman lentamente al entrevistador, quien comienza por conceder que todo discurre por los cauces de la vivencia, selva y espontaneidad climática; será yuppie, yanquillockalla, mas no pelotudo y menos apático a las fruiciones que una mujer despierta en cualquier hombre.

Ella fija el ambiente con sutileza en grado y gusto singulares, echando por la borda el vademécum mediático que asocia sexo con represión, morbo y pasión instantánea del cuerpo, sin memoria erótica más que sensorial y en serie, desfile de rostros por miles y sensaciones iguales, odiosamente homogéneas, rutina de la carne...

Recuperando la compostura inquisitorial, ahora el periodista introduce; señalando la procedencia (seguramente tiene registrado automáticamente el nombre, que no menciona), obras y demás circunloquios; resaltando la región beniana de San Ignacio de Moxos como cuna y marco de la literatura erótica de su entrevistada; confirmando mi pálpito inicial: era beniana; ella causa el flechazo que despierta la mujer beniana en mí. Buen arribo mezclar selva con erotismo, el hombre no es tonto, aunque me parece que debió mediar la sensualidad ambos tópicos. Espero con atención la primera pregunta, que suena un tanto serial y obtusa: ¿Te consideras una pionera en el género literario erótico?.

Ø Cuentista, sí; novelas hay...

La esperada conexión selva y eros, podía obtenerse a partir de la premisa del éxito como exploración de la topografía literaria. Decepcionante su capitulación al cuadrado contextualizador. Peor aún la contra pregunta electrónicamente inducida, ¿Cuáles son los motivos que te impulsan a incursionar en esta corriente?. La respuesta me seduce:

Ø Para la literatura no hay motivos... para la inspiración no existen esquemas... todo surge del mundo interno que uno tiene y quiere transmitir a los otros... El género es harto conocido en el mundo, sólo que en Bolivia a todo llegamos tarde y siempre con miramientos de todo tipo... el cuento más atrevido de este primer libro, tenía 6 años de vida y no me atrevía a publicarlo por una serie de tabús y temores, tenía miedo de la respuesta de la gente, de lo que pensaran de mí, de que yo escribiera esas cosas...

Instintivamente la miré a los ojos, transmitiendo mi pregunta con la vista, sintiendo que la comprendió plenamente: ¿Durante seis años temiste que todos supieran cómo gozas, con la intensidad, regocijo y piel que das al recibir?... El periodista, molesto por la distracción, decide retomar el hilo predominante de su inquisición tecnocrática –o inseguridad- y pregunta lo que ella entiende por erotismo, enrumbando el asunto por la vía de abstracción académica e ilustrada ignorancia del Eros...

Ella resiste el embate, lo curvea, hablando de lo que significa el eros como unión del cuerpo y alma en el placer y goce del sexo, su intimidad, apertura, pluralidad, encuentro, necesidad, fantasía e imaginarios...

Ø El erotismo es la dimensión humana de la sexualidad, aquello que la imaginación añade a la naturaleza... Pongo un ejemplo: dos amantes cuando hacen el amor frente a frente se miran a los ojos. Esto es una invención humana, invención que no es practicada por ningún otro mamífero...

La miro, brilla entera, su mirada fluye por aquellos grandes ojos, obscuros y rodeados de cejas pobladas a horcones, que hacen tan peculiar a una camba... De perfil, es canela, con ráfagas de cabellos y un par de precoces canas que desordenadamente hacen hermosa a esta mujer de labios carnosos, ésos que desatan la imaginación pródiga de imponentes y profundas grutas cuyo sabor urge penetrar... Y la penetro (no desnudo con) mis ojos, hallándola en recepción húmeda, lasciva, lejana y apasionada; apropio su mirada y la embisto, sin poseerla... todavía... que hembrota...

Su rostro ha quedado grabado en mí, comienzo a recordarla con el cuerpo, la encuentro en los dominios de una remota memoria que un cuento leído casi por descuido e ignorada filiación, había despertado mi analogía virtual, imaginándola en él, como una de las amazonas que relataba su autora; porque, obviamente, narraba una mujer -sin buscar confirmación alguna del nombre-, riendo a carcajadas al reparar que, por una vez, podrían tener alguna razón las “militantas de género” que buscan detrás de todo a la mujer pionera de maravillas atribuidas a un hombre; sólo que ésta vez, resultaría imposible a una de ellas detectarlo, porque habían perdido cierta dosis de feminidad y ganado anchos pantalones...

Ahora no fue sólo su mirada, también su voz se dirigió a mí, preguntando si la conocía de algún lado. Le dije que sí, ella me recordaba alguien muy especial que conocí en Santa Rosa del Trópico... pueblo del oriente donde se desarrollaba el cuento al que asociaba su imagen...

“Conozco el sitio”, me dijo, preguntándome por el nombre de la mujer... Selva, le dije, tomando el nombre y personaje del cuento. Lejos de finalizar, el intercambio prosiguió fluido, como enhebrando los hilos de un relato cuya madeja compartíamos ambos...todos...

La conozco –decía-, fue muy famosa cuando el señor Zoilo Cortez, anoticiado por su sobrino, fue a morir en su cama de un ataque cardíaco. Abusó de su salud y de su edad. Pero él pensó: “más vale morir gozando que morir recordando”... su corazón ya no estaba como para resistir esos trotes. Sin embargo como adivinando su destino y como pago, llevó de regalo a la mujer que lo haría feliz, un cofrecito lleno de condecoraciones de guerra y libras esterlinas, las mismas que Selva Calcuta arrinconó y nunca en la vida jamás las usó por los recuerdos ingratos de aquella noche fatídica... ¿Cómo la conociste?.

Fue casual, dije. Después de terminar unos cursos me fui de viaje sin rumbo hacia el norte selvático de La Paz, llegando sin darme cuenta al Beni, que siempre quise conocer y me atraía con la fragancia de sus mujeres... En Santa Rosa del Trópico estaba apenas unas horas, cuando fui a visitar al juez que me habían aconsejado ver, famoso por su carácter exuberante, correcto y extrovertido; prodigiosa charla e ilustración. Osman Yáñez decía ser su nombre, adoptado como tal en la clandestinidad conspirativa del beniano rebelado.. era su nombre de guerra, casi nadie recordaba cómo se llamaba ése legendario comunista trinitario que se había dedicado a la judicatura eligiendo este poblado... Y fue llegando a su casa que vi una mujer demasiado hermosa para ser real, tanto que le dije, sin pensarlo, aquello que brotaba en el instante: Si todas las vírgenes fueran como usted, tomaría el cielo por asalto, señorita... Supe que había sido citada por denuncia de un señor Ariel Cortez, sobrino del difunto Zoilo, que reclamaba no se qué efectos personales entre medallas, libras esterlinas y alhajas...

O sea, la magia se transformó erótico burocrática, me dijo. No exactamente, alegué, fue sólo un comienzo...

Ø Hubo historia?
Ø Depende qué sea historia en tu criterio
Ø Lo contrario a tu giro...
Ø Entonces recordarás cómo la conocían...
Ø Era una de Las Hijas de Dyango...
Ø ¿Porqué Hijas de Dyango? -intervino el periodista, dando por supuesta su incorporación a lo que súbitamente devino en crónica-
Ø Porque tiraban a matar...

Era una de las tres hermanas mayores que nacieron dispuestas para el amor en un lugar habitado por el verde de los árboles y el calor insuperable del verano tropical. Hijas de un padre clandestino del que sólo se supo su sobrenombre –El Calcuta- quien pernoctó una noche de tormenta en el pueblo, pues iba de paso, supo de la casa de placeres de Ernestina Flores y dejó su huella innegable en esta mujer querendona que lo único que sabía hacer era el amor, porque es lo más fácil, decía, mover las piernas y moverse como hamaca...

Ø ¿Eran putas?
Ø Ja, ja, ja, ja... samaritanas del amor, hijas de Dyango, hijas de puta, las mejores hembras del mundo..
Ø ¿Hembras? Porqué no mujeres?
Ø Imbécil...
Ø Hijas de doña Ernestina Flores... conocida en Santa Rosa del Trópico...
Ø ... por su ancha sonrisa, sus pechos taciturnos y su mirada pícara, se llenó de hijos...
Ø ...Hijos de todos los hombres que cuajaron sus espermas con sus óvulos de puta inexperta y risueña...

...Sus hijas mayores, Mariel, Selva e Isabel Calcuta, tenían el mismo apellido por haber sido engendradas la misma noche de tormenta y bajo el cobijo de la misma placenta, se iniciaron pronto en los afanes propios de la pasión y el arte de hacer felices a los hombres, filosofía que aprendieron de la propia madre porque constantemente repetía: cobren, disfruten y hagan felices a los hombres...

Cuando se marchaba, “con el aire tropical en sus cabellos y el vaivén del río en sus caderas...”, supe que la volvería a ver, pero no dónde ni cuando... Por el Doctor Osman conocí que había sido acusada de homicidio involuntario y apropiación indebida de bienes del difunto Zoilo Cortez, exigiendo su devolución a favor del único heredero suyo, Ariel Cortez, sobrino directo. También que se había negado terminantemente a responder el proceso abierto ni las citaciones y que tan sólo acudió por el respeto que profesaba al Dr. Osman Yáñez, comunicando que podían juzgarla como desearen, incluso encarcelarla, pero ella no asistiría a tribunal ni juicio alguno, que se paga en ley acudiendo a su casa... “Rebelde y contumaz”, pensé, anotándome muy luego como defensor de oficio en el juzgado del Dr. Yáñez; mis estudios jurídicos resultaron providenciales...


La demandaba por lujuria, impotencia de obtener algo más que todos, el deseo de que sólo sea para mí... Su indolencia y descaro me afrentaban, aquella naturalidad libre de preocupaciones me había conducido al abismo que representaba carecer de potestad real para modificar la situación, poder alguno tenía sobre los acontecimientos, hasta que recordé a tío Zoilo... Mis ganas de doblegarla, vencerla, seducirla mediante un poder externo que de todas maneras la subyugare... para mí...

...No fue necesario enseñarles nada, porque todo lo aprendieron en la escuela de guerra de la vida. Ernestina Flores, jamás trató de ocultar a sus hijas lo que hacía, ni escapar a sus inocentes miradas. Es más, no tuvo reparos en cumplir su faena nocturna al aire libre en el canchón junto al naranjo, o en una hamaca que estaba amarrada en la salita de su casa. Tampoco cuidó su risotada, sus gritos profundos y guturales de placer, que resonaban fuertes, agudos a veces, sellando la noche y dándole gracia y color al ambiente...

Ernestina es una potranca, coincidían todos los amigos y visitantes del Dr. Yáñez, que ya me había llevado a su casa como huésped, hasta que se inicie formalmente aquel proceso en que haría de juez y yo, como abogado de oficio, debía mudarme al hotel. Pese a lo absurdo del asunto, ya que todas las partes involucradas –más que todo Selva- eran asiduas de la casa, debían seguirse algunas normas básicas... En medio de risotadas, anécdotas inverosímiles y en extremo jocosas, el Dr. Yáñez introducía charlas desenfadadas y deliciosamente heterodoxas acerca de temas que le apasionaban, como la política, el derecho, la historia, literatura, el fútbol, la religión, las mujeres, Carlos Marx, el Moro... Mi afinidad también apasionada con algunos de tales tópicos y cierta conversación que al respecto poseía, atrajeron la condescendencia de don Osman, con quien iniciaba pláticas interminables y amenas que siempre concluían bien regadas y mejor disfrutadas: el ser Paceño, melenudo, tercamente rebelde, autodidacta iconoclasta, soltero e izquierdista, ayudaban bastante a simpatizar con un camba en idéntica e inversa situación...El relato profundiza, describe, provoca la curiosidad del instinto... Y comencé a pensar testicularmente... deseaba a doña Ernestina, pretendía saborear el fruto delicioso que dio vida, literalmente, a ese frondoso árbol de placeres que prometía Selva...


La idea de confrontarla comenzó a perseguirme tras numerosas pérdidas en los juegos y concursos novedosos que organizaban, sintiendo cierto desdén cuando me miraba al pasar del brazo, frente a mí, con el ganador de sus favores aquella noche... No tuve celos cuando el premio mayor, acostarse con las tres hermanas, era ofrecido a cualquier otro; no; celaba únicamente cuando el botín era ella, su piel, exclusivamente a merced y fragor de quien supiera ganarla... Desdén, júbilo cruel de perra lascivia afrentándome... El colla letrado fue mi confesor. Abogado de los valles era aquel Dr. Mariano Muñoz, quien a cambio de una victoria judicial pedía la mitad calculada de los bienes; monto que garantizaría la complicidad del fiscal -ni pensar en el cohecho del Dr. Yáñez-, sus honorarios y una espectacular noche a solas con ellas... Comprendía mis obsesivas pasiones, a veces las palpitó, pero en él siempre fueron más fuertes la familia, esposa, medio, profesión e ingresos... el qué dirán...

Antes de aprender a leer o escribir, ellas ya sabían cuando el hombre está excitado, porque sus pupilas se dilatan, la respiración se les acorta y desprenden un olor a animal salvaje. Se ganaron el apodo de las Hijas de Dyango porque literalmente tiraban a matar. Dicho que fue pronto confirmado no sólo por lo insólito de sus quehaceres, sino por los líos que más tarde armarían en el pueblo...

Me volvía loco. La deseaba con desenfreno desde que la vi, tan descarada y ligera, con aroma de hembra que mata, así sea de todos... Su contemplación erizaba mi piel, sus curvas extraviaron mis sentidos, abandonándome con ella en cabalgatas de frenesí jamás concebidas... ¿Cómo no quererla para mí?... El abogado y el fiscal habían concretado su acuerdo, sin problema de ningún tipo. Pese a las diferencias, ambos parecían la misma persona en versiones etnoregionales diferentes, movidos por fines idénticos, ambición semejante les llevaba sin barreras a la concupiscencia del poder material y racional del status... ¿Acabaría igual o éste sería un mero incidente?...Me hallaba perpetuamente excitado, un olor animal brotaba de mi piel...


Era una fiera, se notaba a primera vista... Parecía desafiarte a duelos inconmensurables, cobijada en la humedad etérea de su cueva, tomada si ganas la faena para merecerla... y menearla delante de todos, llevándola a mayores provocaciones bajo la potencia de mi lanza... Lastimosamente, me veía extremadamente inhábil a los ritos eróticos que propiciaban con desgaire...

...Organizaban buris en el patio de la casa, hacían concursos de quien resiste más tomando vino barato, también juegos del pato enterrao al estilo romano, a la gallinita ciega y al bandandirundirundirundán. Todos los premios se pagaban en buena ley. El premio mayor era acostarse con las tres hermanas, cosa que muy raras veces ocurría. Bailaban hasta el amanecer y la entrada a la velada costaba tan sólo 10 reales, todos los hombres en el pueblo asistían a las jaranas nocturnas. No hubo uno solo que escapase a los encantos de las muchachas, las mujeres las odiaban, ellos las adoraban...

Aparte de mi absoluta ignorancia e inhabilidad manifiesta para los juegos y concursos que propiciaban; inventos y tradiciones con aire tan oriental que podían desanimar a un colla cosmopolita; paceño universalmente boliviano; concurría el instinto varonil de altiva indiferencia con la miel codiciada sanguíneamente... Mi deseo se convertía en romance, pasión salvaje y amor, aunque durase apenas instantes... Así amaba yo, sincera y naturalmente, a quien me ofreciera voluptuosamente su ser... Las amaba de veras, incluso sin saber su nombre o no verlas nunca más; amor, erotismo, sexo, pasión, carne, instinto, piel, celo, poesía... Jamás –o casi- prometí algo que no deseare o pudiese cumplir, pero tampoco mentí cuando mentalmente les decía mis amores, incluso aquellas pocas veces que las imágenes y pensamientos brotaron rugientes palabras que lograban la posesión absoluta, cuando sometía sus concavidades tomadas al influjo de la metáfora o animal expresión, enajenado por el manantial que se apoderaba de mi sentido... Desistí participar en la disputa, me tomé un par de tragos y partí del sitio tranquilamente, sabiendo que la sangre comenzaba a calentarme... Me miró al salir y allí supe que mi ausencia había despertado curiosidad morbosa en ella, mezcla de candor y coqueto deseo...


Me había convertido en un idiota. A esa conclusión arribé cuando me vi de súbito en el patio, concentrado en la práctica de los juegos y concursos que organizaban para ofrecerse como el premio codiciado por quien triunfe mostrando las ansias del combate... Sentirse trofeo disputado con ardor y ofrecido con algarabía, despertaba el romanticismo de la eterna dama rescatada; tomada por el guerrero, príncipe o cazador... La ilusión del romance instantáneo y denso ritualizaba las pruebas de anhelo que un hombre sorteare para tenerlas... Y yo, Ariel Cortez, practicaba diariamente sus faenas, convirtiéndome un experto en ellas, sólo para tenerla... a Ella...

... Las Hijas de Dyango son putas consuetudinarias que tienen que trabajar para comer. No dejan nada en su sitio, son como un torbellino de pasiones insensatas, no perdonan matrimonios, ni solteros, ni solterones, viejos, viudos o adolescentes. Ellas tienen el color del sol en su piel aceitunada, el sabor de la miel en sus pezones que como granadina madura se abren al primer roce...

La tomaba, me apropiaba de su cuerpo, era mía con locura, pero no la poseí. Cuando llegaba al fondo mismo de su ser, notaba cierta risa recóndita, como ironía salvaje de libertad y amor hedónico irrenunciable por la vida, que marcaban la distancia... Con ella sentía la pasión del cuerpo libre que deja de razonar y se entrega voluptuosamente a su destino, rompiendo barreras que luego; en la soledad evocatoria de mi cama; maldecía haber traspasado... Deseaba a mis novias, tomaba de su elixir sin pausa ni estorbo, mas detenía el instinto cuando su gruta parecía destinada a un vástago mío, trasladando en ella el símbolo materno que inspiraba reverencial actitud y profundo respeto... Selva enseñó a mi cuerpo en la transgresión de todo respeto, que no fuere pagar muy religiosamente su compañía...


Es cuando mi madre se refocilaba con mi padre que vine al mundo... llegué a la casa del Doctor; la música celta invadía sus resquicios mientras aquel trío de teutonas fumaba opio en bambú, suave y lentamente, ofreciéndome la pipa que ahora fumo...Osman les había leído un fragmento de algún olvidado ensayo, quedando muy atentas en los lenguajes totalitarios alemanes cuya narración vulgar enumera barbaries que abrieron hoyos en la memoria histórica de al menos dos generaciones, mas deja de lado la narración del sentido que adquiere un modelo a través del lenguaje que produce acción... El opio bien fumado sutiliza todo asombro, incluso aquella fantasmagoría que impuso brutalmente un olvido al país de la filosofía y el combate glorioso...La tragedia se disipa en palabras y éstas en opio, donde fluyen los versos que te llevan a ellas y no distingues el momento que fueron caricias; yaces en desborde ritual de bálsamo en la piel, suya...Valkiria...

Ellas tienen el aire tropical en sus cabellos y el vaivén del río en sus caderas, conservan esa sencillez de niñas perdidas por el vicio, sin embargo son tan adorables en su entorno, en sus contornos, en ese mundo sin fin, sin retorno...

La fiesta sonaba imparable, era un buri con peladas de buena cuna y mejor hacienda, las culito con talco... Allí estaba ella, radiante, conducida por el anfitrión a mi presencia, con la solemne ironía que utilizaba el Dr. Yáñez en estos trances... Protocolar y sugestivamente, me fue ofrecida en bandeja, reavivando en mi cuerpo los leños candentes de su fiebre... La tuve y quise hasta verla convertida en mi señora, el instante mismo que brotó de mi carne una reverencia que condujo la brasa por cauces melódicamente tiernos... Ahora la poseía con fuerza, encendido por la certeza de que alguien gozaba especialmente de Selva, razón que podía explicar esta suerte de compensación bastante honrosa... Lujuria, apretujón, ira y vigor penetraban su vagina febrilmente, hasta llevarla sin atenuantes a un éxtasis prolongado, aullante, que me rogaba sin pausa un “seguime tirando así, como tu perra, hasta el fin del día...”. La frenética explosión dio lugar a esa calma que comenzaba por abrir una herida inconmensurable cuando vi convertida esta mujer en una simple ramera, sollozante de placer, cuyo vulgar léxico desdibujaba por completo el trazo idílico que me unía con ella... Y Selva, con quién retoza en este instante?...


Era el premio mayor en disputa y se hallaba en frente aquel tipo, tenaz y de aguante; quedábamos los dos, bebíamos mano a mano; pijchaba yo... Compramos unos jales, seguimos bebiendo vino barato, fumando, charlando, jodiéndonos, con simpática y cáustica ironía... humor negro, y del bueno, para cagar de risa; tres villas de yerba, cuatro fosas, vino y tabaco... Más jale, decidirán Mariel y la blanca...

A Mariel Calcuta se le fueron las piernas de purito enredo pasional, una noche que dejándose amar por José María Roca, lo ahogó en el acto. Ella sentada al borde de la cama, él de rodillas lamiendo su fruto jugoso, las piernas entrecruzadas a su cuello...llegó el momento de éxtasis y perdió los estribos, lo ahogó con su entusiasmo, su líquido y lo apretado de sus piernas. Después de unos minutos reaccionó cuando vio que el hombre no se movía del suelo, ella aflojó el arma asesina, en vano fueron las respiraciones boca a boca, los pañitos mojados con agua fría y los gritos de la madre y las tres hermanas. El sujeto gozó hasta el fin...

Eres mía cuando te tomo y quiero todo de ti, hasta la última exhalación, en la última comisura de tu cuerpo... frenético, quiero llevarme algo tan tuyo, que termino embistiéndote por detrás, aferrándote a mi, embistiéndote hasta que no me cabe la lujuria y deseo apoderarme de ti, embisto y quiero más, pero he profanado todos tus recintos, embisto y me aproximo a la locura de poseerte, quiero poseerte...


“Parecía que me iba a atropellar y me lamió la cara...”; ése fue un juicio que me tiene con ellas. Jalamos un poco, bebemos vino, fumamos otro tanto; bailamos; un pinchazo de alfiler en el dedo de las tres; tres pinchazos en mi dedo, un par de gotas de su sangre y de la mía en la boca; una pizca de tuche en la punta; vino, pollo, danza; la que perdió Muñoz por degenerado... siento que me ahogo en tu mar, en ti, gruta que baña mi carne...

Ø A mí me caés bien, pero ésta no la voy a perder, querido. Si no te marchás en cinco minutos, te llevo a encerrar al calabozo por drogarte con Muñoz y las peladas; no la pierdo... el poder o lo que sea, pero el premio mayor no me lo quitás, ni siquiera lo mirás, entendido?... Tenés cinco minutos pa’ pelar de acá si no querés que te vaya mal, tengo poder y mi arma...
Ø En tres minutos viene tu secretario con una nota que te leerá en privado, se trata de tres alemanas que se mueren por conocer a un fiscal boliviano, prototipo latinoamericano del hombre con poder sin autoridad. Si no firmas recepción y te vas por un asunto impostergable de tu poder, leerá en voz alta el segundo mensaje, donde tres testigos extranjeras esperan en tu oficina porque las citaste a declarar en este momento y tienes que irte ahora porque son mis clientas, conocedoras de truculencias judiciales entre fiscales y abogados impotentes, mientras me quedo contemplando cómo se te ríen por acá... Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, poder...

Es ajenjo y desnudez... son jugos de plantas que recuerdan con embeleso el amar de los sentidos con fruición, hasta que la última gota de afrodisíaco haya caído en ti... premio mayor...

A Isabel Calcuta, se le fueron las manos cuando un visitante nocturno, desconocido viajero, se negó a pagar su cuota de placer y fue echado como Adán del paraíso, desnudo y a la fuerza. Quería seguir tomando sin pagar ni un centavo, entonces Isabel en un arranque de euforia agarró la tranca de la puerta y zaz en la nuca. Murió en seguida, con la boca abierta y los ojos blancos mirando al cielo clamando misericordia. No hubo persona alguna que reclame su cuerpo. Su alma anda vagando por ahí, en noches de luna llena se le escucha llorar. Las viejas beatas no le hacen misa porque no sabían ni su nombre. Cuando lo recuerdan, le llaman el Muertito Errante o el Deudor Ambulante...

En cuestiones de justicia, Osman era implacable y la situación quedó complicada, había empate en el premio mayor entre Ariel Cortez y yo... la fiesta se hizo tensa, el hombre estalló diciendo que la quería para él sólo, pero ahora le bastaba con que se casara con él; nada cambiaría, todo sería igual en su vida, sólo quería sentir el instante mismo que le dijera que sí y le tuviere una noche de bodas, después podría seguir su ritmo, aceptará concursar para tener a su propia esposa, pagará y declarará todos los bienes matrimoniales (bastantes)... Dijo que daría su vida por ella, sólo pedía tocarla, amarla una vez más, en su noche, como hace tiempo no sucede. Cuando la vi no vacilé un segundo... Pones una bala, giras el tambor, te pones el cañón a la sien y disparas... si sales vivo porque la girada no trajo tu bala, le das la pistola al otro, al oponente, para que haga lo mismo... si no lo hace, pierde... ruleta rusa... Clic... te toca...

A las yeguas más hermosas del corral se parecen. Sus muslos son como peces frescos que nadan y coquetean en el río, sus pechos son como fruta fresca recién cortada del árbol. Y dicen que son malas, ¡já!, los que dicen que son malas, no saben cómo hacen temblar de pasión sus embelezos...

Aspiro un aire de mujer, aroma calcinante de hembra sin rostro, sus ojos ante mi, ardientemente deseada ella; vuelvo a natura, comienzo a penetrarla danzando, sin pensar, sintiendo su carne aullante, poseyéndola con locura, con desenfreno animal de macho que hunde su puñal en el cálido manantial de la gruta ofrecida ante mi... vencida, tomada y triunfante, cópula infinita de opuestos hallados en tanático trance, mientras la doy, la tomo y se siente atrapada, follada, tirada, poseída, poseedora, rendida y redimida, gimiente, hembra... Hirviente, mi semen recorre sus honduras, mientras pierde el sentido... reposa plácidamente, el sueño la hubo atrapado, tras generosa explosión de su carne... ámola, sin rostro...sus ojos...su sonrisa...el premio mayor... Ariel Cortez murió de un balazo en la sien y yo gané... premio mayor...

Como tenemos la misma profesión –vos abogado y yo puta-, voy a pagar mi cuota de placer en justicia, por ganar el asunto... Nadie deja de pagar... El abogado de oficio no cobra y se acabó rápidamente todo por la muerte, con mano propia, del acusador...

Entonces ganó usted un concurso hoy. ¿Y cuál es el premio?. Mi pan...





raúl fernando bustillos agramont