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viernes, 30 de julio de 2010

A eliseo

Me hubiera gustado poder vivir siempre bajo ese goce, ad infinitum,
sentirlo dentro mío como nadie,
oír sus palabras y decirle cuánto, cuánto me gusta su cuerpo.
Cuánto cuánto lo amaba...
Le hubiera pedido que lo haga una y otra y otra vez. Lo había hecho
en la untuosidad del líquido y el dolor. Y en efecto, había sido para gozar hasta morir.
Me dijo que quería marcarme, poner un sello sobre mi cuerpo, que quería que siempre lo recuerde, incluso cuando hayan pasado los años y ya fuéramos mayores- grandes... siempre lo decía mientras lo hacíamos, entonces yo no entendía esas palabras, pero más tarde pasados los años lo supe.
Supe que pasados los matrimonios, los hijos- de él- no míos- la revolución y el cambio, los libros, incluso cuando haya amado otro rostro y otro cuerpo... yo recordaría su nombre... y aún recuerdo su nombre, su rostro y su cuerpo.