Oda a la noche
¡ Dios! desde la caja mágica
veo hundirse nuestros sueños,
La ciudad perdida en un caos planetario
pero dentro de todas las formas te hallé.
No existe más el miedo las sombras y el túnel
que antes transité,
ni el bajo astral que me heló la sangre.
Es de noche y nada me impide trascender,
cerrar los ojos y unirme a tu gloria.
Pero una pared me inhibe,
no me permite trasponer
el umbral que nos separa,
yo que no tengo miedo
de bajar al abismo
y escuchar la siniestra furia
de ondinas y salamandras,
agua y fuego juntos,
la tierra sacudiéndose en un espasmódico orgasmo,
girando el eje de la tierra
y acomodándose a la polaridad femenina
en los Andes.
¡Ven! Haz que desgarre el velo!
Quiero confesarte de mis infamias!
De la interminable boda de lujuria y vino,
contarte de los hombres que amé,
de su elixir, de sus almas pequeñas
y su escasa evolución,
del mal que me atrae,
me envuelve, me decanta y enamora,
y que antes expié al amar como nadie.
Que purgué la pasión, el placer, la locura,
la interminable boda de lujuria y vino.
Llanto y placer.
Amé a los hombres que pude,
quienes me enseñaron del dolor,
el fuego, la sangre, la noche
y un alma pequeña oculta en ellos.
Un ángel blasfemo y, sin embargo
en cada uno de ellos; Dios! siempre te encontré.