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domingo, 24 de julio de 2011

Expiación

Oda a la noche




¡ Dios! desde la caja mágica

veo hundirse nuestros sueños,

La ciudad perdida en un caos planetario

pero dentro de todas las formas te hallé.

No existe más el miedo las sombras y el túnel

que antes transité,

ni el bajo astral que me heló la sangre.

Es de noche y nada me impide trascender,

cerrar los ojos y unirme a tu gloria.

Pero una pared me inhibe,

no me permite trasponer

el umbral que nos separa,

yo que no tengo miedo

de bajar al abismo

y escuchar la siniestra furia

de ondinas y salamandras,

agua y fuego juntos,

la tierra sacudiéndose en un espasmódico orgasmo,

girando el eje de la tierra

y acomodándose a la polaridad femenina

en los Andes.

¡Ven! Haz que desgarre el velo!

Quiero confesarte de mis infamias!

De la interminable boda de lujuria y vino,

contarte de los hombres que amé,

de su elixir, de sus almas pequeñas

y su escasa evolución,

del mal que me atrae,

me envuelve, me decanta y enamora,

y que antes expié al amar como nadie.

Que purgué la pasión, el placer, la locura,

la interminable boda de lujuria y vino.

Llanto y placer.

Amé a los hombres que pude,

quienes me enseñaron del dolor,

el fuego, la sangre, la noche
y un alma pequeña oculta en ellos.

Un ángel blasfemo y, sin embargo

en cada uno de ellos; Dios! siempre te encontré.

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