Créeme cuando susurro
en la noche tu nombre
que se viste de escombros, y
sigiloso asoma tu cuerpo
al tocarme, y estremecemde enigmas la piel.
Tus manos tocándome y el cuerpo
se retuerce de placer al pensar que necesito de vos,
y sólo está junto a mi tu alma.
Has traspasado los límites de la mente concreta,
has llenado de caricias mi vida
y has visto crecer
el botón de mis senos…
Creo que de nada sirve luchar contra esta caricia
abrasadora que me recorre me llena y me besa.
Ni el tiempo ni el destino, ambos arbitrarios crueles que un día te arrebataron de mis brazos, robándome todo,
nada ha podido contra esta avalancha de sensaciones calmar aquel fuego primario
que un día nos unió.
Ni la verdad, esa cruel viñeta de la vida.
Ya mucho más allá del plano físico
existe un territorio de los sentidos: la geografía de tu cuerpo,
el mapa que traza sutilmente
los límites
entre lo que es y lo que fue,
un laberinto casi mítico,
donde es posible ser feliz.
Todo el ritual pasa una y otra vez
en el reflejo de la soledad: tus ojos,
tus cabellos, tu boca
que se torna loca, que me aloca,
que sube hasta las lunas
que besa, que lame,
que bebe la miel,
el elixir del placer que se escurre
sobre tus dedos, que resbala,
que encandila, que penetra
y me sumerge en el río,
navegando más allá y
de este lado te poseo,
mientras juegas con otra mujer
los juegos de la resignación
porque fuiste cobarde,
porque creíste que no era,
que no servía, que no podía!
pero ya ves, sigo viva en tu mente, en tu cuerpo y en tus sentidos
y aún de lejos hago que tu cuerpo
reviva día a día la sal,
la sazón y esa entrañable ternura de la noche que te hacía temblar de pasión cada vez que te amaba.
Me gustaría que creyeras
que este es el triste juego de las compensaciones
con que consuelo tu partida.
Yo que duermo a la orilla de otro cuerpo vida, mi vida
tengo miedo de caer en el abismo.
Yo que duermo a la orilla de otros brazos
disfruto en otro y pienso en vos.
Tu que sueñas amarrado a otras senos
mientras le haces el amor piensas inevitablemente en mí
Yo que duermo a la orilla de otro hombre
mientras siento la cálida sensación que sube desde la base de la espina dorsal hasta el cerebro,
me recuesto hacia atras cierro los ojos y pienso en tí.
Yo que duermo a la orilla de otro hombre
tengo miedo amor de caer en el abismo.