Tocar la curvatura del pie
bajar al tobillo
y en un arranque de osadía
lamer los dedos,
las yemas,
los pies,
sublimar el momento como si de ello dependiera
muchísimo el mundo,
las estaciones, el universo.
Ir de nuevo a los labios
besarlos,
comer la piel en calma
agitando los sentidos
dejar escapar los mil potros
que galopan en el pecho,
abrirles la puerta
que vuelen y en sus alas me lleven.
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