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martes, 3 de febrero de 2009

Oda a la Noche

Oda a la noche

¡ Dios! desde mi ventana
veo hundirse nuestros sueños,
la ciudad perdida en un caos planetario
pero dentro de todas las formas te hallé.
No existe más el miedo
las sombras y el túnel
que antes transité,
ni el bajo astral que la sangre me heló.

Es de noche y nada me impide trascender,
cerrar los ojos y unirme a tu gloria.
Pero una pared me inhibe,
no me permite trasponer
el umbral que nos separa,
yo que no tengo miedo
de bajar al abismo
y escuchar la siniestra furia
de ondinas y salamandras,
agua y fuego juntos,
la tierra sacudiéndose
en un espasmódico orgasmo,
girando el eje de la tierra
y acomodándose a la polaridad femenina
en los Andes.

¡Ven! Haz que desgarre el velo!
Quiero confesarte de mis infamias!
de la interminable boda de lujuria y vino,
los hombres que amé,
de su elixir,
de sus almas pequeñas
y su escasa evolución,
del mal que me atrae,
me envuelve, me decanta y enamora,
y que antes expié
al amar como nadie,
que purgué la pasión,
el placer, la locura,
la interminable boda de lujuria
llanto y placer.

Amé a los hombres que pude,
quienes me enseñaron del dolor,
el fuego, la sangre, la noche
y un alma pequeña oculta en ellos,
un ángel blasfemo y, sin embargo
en cada uno de ellos te hallé.

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