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lunes, 31 de agosto de 2009

7.

7.
Causalmente, uno llora la muerte del cuerpo;
porque el ser material se ha convertido en algo helado, mustio, arrebatadoramente aterrador;
un sentimiento de pena, una daga en el corazón que cruza sin asco;
un aguijón que sofoca el grito que se pierde en la noche;
otra vez la noche que se cierne sobre la ciudad; la noche que no se duerme,
la noche que te pide que pase el duelo; la noche en que se observa
las tinieblas, la nada el vacío; y el túnel;
nuevamente el túnel para ser succionado pero esta vez en vida
y tratar de dormir y al despertar encontrarte con el shock.
Es un rayo que te sacude; y que, en el instante preciso;
te señala un proceso, uno solo; el más doloroso;
comprender que estás viva, para seguir, para habitar y reir- y tal es el momento que te toca afrontar.
8.
Pero si te das cuenta que la evolución del ser que se fue necesita descanso
al fin de cuentas ha vivido mucho, o poco, pero intenso;
entonces tienes que pensar que no puedes, no debes sufrir porque el alma también sufre
y acosada por la angustia de los otros que la lloran vuelve;
pero vuelve y sufre; queda atrapada en el astral, en un submundo que no merece estar;
Por eso, date tu tiempo; pero que ese tiempo no sea tenazmente largo,
Ni tan corto, que no logres desahogar tu llanto.
Pero recuerda: quien se marchó está mejor,
sí mejor; ha pasado a vivir toda su muerte que en realidad es una evolución,
un ascender maravilloso al plano de la consciencia.

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