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lunes, 14 de septiembre de 2009

Demonios

1.
Una fuerza precisa arrastra mi lenguaje hacia el mal que puedo hacerme yo misma: el motor que alimenta mi discurso amoroso es la libertad de poder jugar y decir lo que siento
lo que pienso, lo que evoco; el lenguaje actúa como una gigantesca bola de nieve, a veces
sin ningún pensamiento importante de la realidad.
Trato en lo posible por deshacerme de mis demonios, afanándome por suscitar en mí las imágenes de abandono, de dolor, de humillación que puedan herirme; y la herida sangra
la mantengo, la alimento con otras imágenes, hasta que brota en mí la saudade
y produce un efecto mayúsculo que es la inspiración.
Saltan los alados demonios, saltan a las teclas del ordenador, saltan a borbotones
y los tengo que detener un poco para que no atropellen, no denigren,
entonces los sublimo, los rechazo con el propio lenguaje,
porque son nada más que eso; demonios del lenguaje; qué otros demonios
podría tener un alma como la mía?.
Luego cuando se escriben, cuando saltan a las páginas en blanco,
van saciando, va saliendo el desasosiego; no ceso de agitarme en el pensamiento, el deseo, la ternura, la pasión, el embeleso, y antes de agitarme y odiarte,
más bien convierto esta fábula de la vida
en letras de sangre, pasión y suprema ternura.
Es un estremecimiento del demonio que ha muerto!

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