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jueves, 31 de diciembre de 2009

Morir lentamente de amor


El hombre dijo que la amaba toda,
la mujer se dejó amar.
Desde ese día sólo existía un ritual
dos cuerpos enalzados.
La mujer dijo que quería escapar
a tanto amor,
renunciar a tanto placer
porque después de todo
el final siempre le producía
un derrumbe, una muerte.
El hombre dijo que sí,
que él siempre moría un poco,
que cada vez ambos morían un poco,
que había que inventar otra forma de amar
menos exterminadora.
Entonces ensayaron con la ternura,
pero ella se daba cuenta que se debilitaba más
y de tan débil que estaba
murió un atadecer, desmadejada.
Desde ese día el hombre,
piensa que él es un murciélago,
un chupa sangre, que tiene que pagar
el hecho de seguir viviendo
sobre la sangre de la otra.
Lo que ambos nunca supieron
es que los anuló el pecado.


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