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miércoles, 10 de febrero de 2010

El duelo amoroso


3.
Eso es un decir,
porque dar el corazón no es tarea fácil,
al trasponer los mejores años, una piensa mucho, idealiza mucho
y rechaza mucho, porque ya tiene un plan y un propósito definido en la vida.
Porque ya no quiere amar por amar, ni se aventura con cualquiera, nada más por tener alguien a su lado,
entonces la pasión amorosa se convierte en un delirio.

Este es un verdadero duelo, porque se muestra que el objeto amado ha cesado de existir. En el duelo amoroso - que fue el que yo llevé durante 10 años- el objeto no estaba muerto ni distante. Era yo quien decidía que su imagen siga latente, ¿fue mi corazón? fue mi alma que lo guardaron durante tanto tiempo?
Durante el tiempo de este duelo extraño, fue necesario sufrir dos desdichas: sufrir porque el otro no estaba presente, y entristecerme porque solo estaba en mi mente. Así me angustié durante años- viejo hábito-
por una llamada telefónica que sabía que no llegaría nunca, pero debo confesar que ese silencio, sólo pertenecía a la imagen amorosa de tener quien me telefonee.

Hoy tengo un duelo de la imagen, lo he perdido del todo, es decir: mi alma ha dejado de amar a ese hombre, a tal extremo que ahora no me sirve ni para escribir un pinche poema. Si este exilio de lo imaginario es la via necesaria de la "curación total" debemos festejar que aquí todo ha progresado.

Pero no sé si sería conveniente que esto pase, porque entonces no podré escribir con tanta pasión,
tanto embeleso. Tendré que arañarle a la tierra ese no sé qué, que te permite hacer raz en el corazón,
y disfrutar de esa melancolía en que la pérdida del objeto amado permanece abstracta. Carencia que me preocupa sobremanera: no puedo siquiera hablar de mi desdicha, como en el tiempo que sufría por seguir enamorada. En ese tiempo deseaba, soñaba, luchaba; un bien estaba ante mí, porque por lo menos me permitía crear. ahora ya no hay resonancias; todo es calmo, y eso es lo peor. No existe nada más triste que estar ante la pantalla y que las patitas del ordenador permanezcan inmóviles, intactas la página en blanco. La imagen muere para que yo viva-, el duelo amoroso no tiene ya un remanente: una expresión que regrese sin cesar: "Que lástima".

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