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miércoles, 17 de marzo de 2010

Ninguna surge hacia ningún bien

3.
Ninguna escena surge hacia ningún bien, todo parece estático, dormido, como en un túnel sin fin
nada progresa hacia nada, todo parece conducir a un abismo insondable, oscuro, tenebroso, como en los mejores tiempos del No tiempo. Como si de pronto, los dioses me hubiesen abandonado,
me hubiesen dicho que no sirvo, que no soy, que no puedo.
Como si los dioses no supieran de estas cosas, de estos sublimes, supremamente maravillosos deseos físicos que la carne nos legó, (hablo por supuesto de los dioses terrenos que ascendieron), no hablo de aquellos que tienen otro tipo de iluminación.
Es como para querer morirse- de pronto- me entran esas ganas- y se vuelve un deseo recurrente- un querer morirse para no estar, para no sentir, para no padecer. El deseo recurrente de la muerte- de escapar hacia adelante, de que el alma ande buscando salir del cuerpo del todo, y dejar esta envoltura física que me hace padecer, es pues una tortura.
La tortura se convierte en una insensatez, porque una ve el sol que aparece en las mañanas y no quiere verlo, no quiere descorrer las cortinas porque ese sol no me baña, no me envuelve, no me alegra.
Entonces una piensa en el amor, no el amor corriente del cual padecen todas las personas, no el amor que a diario se da y se toma. No, hablo de otro tipo de amor, ese amor que cohesiona el universo, que es la fuerza cohesiva del omniverso que une los átomos y las cosas. Ese amor envolvente que es superior a todo cuanto se ha escrito sobre el amor. Ese amor, de sólo pensarlo, te acaricia, te sublima y te enternece.
De pronto la idea recurrente de abandonar el cuerpo, (esta envoltura física que te han prestado para que tu vengas a sanar y dejar partir todas las deudas contraídas) este cuerpo maravilloso que le permite al alma poder evolucionar y crecer, se enternece cuando piensa en ese otro tipo de amor, del que hablo. Ese amor se nota en un gato que se tira al piso para que lo acaricies, que se presenta cuando ves el infinito en las noches y ves los milagros en cada cosa, en el aire que respiras, en las luces que se encienden y se apagan en la gran ciudad caótica, dormida, taciturna...
es entonces cuando tu mundo va cambiando de vibración, vas agigantándote y eres otra persona que sólo quiere crecer y evolucionar.

1 comentario:

  1. Tienes un blog muy interesante, con ideas poderosas y palabras que salen de lo ordinario. Genial.

    Un abrazo!

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