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martes, 27 de abril de 2010

2. La realidad que llegó lacerante



2.

Esa realidad que llegó lacerante desde el fondo de mi alma

que me hizo descubrir el por qué yo había venido

me hizo recogerme al espacio de la noche, al espacio de mi cuerpo,

y lo hice sin importar la condena de la sociedad pacata en donde vivo,

una sociedad callada e inconforme, que no dice nada ante el atropello

ni reacciona ante las cosas bellas; es como dice Daher: una sociedad inconmobible.

Pero hay que advertir que miles y miles de mortales escriben para los lectores,

debo admitir que escribo porque es mi sino, porque es el mandato que vine a cumplir,

porque es necesario, lo hago a diario, casi para no morir.

Porque escribir es un oficio al que no me acostumbro y no lo veo como tal,

lo veo como un escape a las emociones del alma,

pues en realidad recogerse al espacio de la noche y del cuerpo, es morir,

pero hablo de esa expiación profunda de la nada, el asombro ante el papel en blanco

y las patitas del ordenador que ruegan que teclees algo;

de esta muerte es de la que te hablaba, porque no se trata de abandonar el cuerpo;

se trata más bien de traspasar el cuerpo,

y poder percibir esas sutiles emociones que en otra situación no percibes;

se trata de cumplir el karma; la expiación; y por idéntica razón,

habrá que vivir.

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