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viernes, 8 de octubre de 2010

Cuento Flor de Azar


Flor de Azar en sus lides amatorias contrajo un síndrome que la volvió inmortal, que para continuar viviendo tenía que alimentarse de sexo.
Así cada noche, cuando la luz se apagaba en el pueblo, ella salía a deambular por las calles y hombre que encontraba, hombre que violaba...demás está decir lo que ellos experimentaban, nadie nunca después de ese trance podría sobrevivir a tanta pasión.
Cuentan los chismosos que volaba, que era etérea, que se mecía cual palmera al viento y que el coito con ella era sublime.
Los decires hablan que un hombre tenía que aparecer, capaz de matarla y no sucumbir a sus encantos, sólo así ella podía desaparecer y volver tal vez a encarnar como humana, pues ya nadie sabía lo que era.
Un hombre joven tenía que hacerlo. Debía salvarlos de tanta pasión alborotada. Pues los líos que causó fueron inusitados, los pueblerinos salían de sus casas de doce a tres y de tres a seis, esperando encontrarse con la diosa. Eso generó tal desorden, que la producción agrícola bajó. Los hombres dormían de día y deambulaban de noche, las mujeres por seguirlos abandonaban sus casas, los hijos, la cocina. Por eso las autoridades decidieron poner fin a ese embrollo.
¿El cómo y quién lo haría? alguien dijo que había que atravesarle el corazón con una estaca. El debate del Cabildo abierto duró varios días hasta que la decisión se tomó: eligieron a Tobías, hombre robusto y dado a las buenas costumbres, profesor de religión de la escuelita parroquial e incapaz de sucumbir a las tentaciones. Meticuloso, ordenado, metido a cura; lo que nadie sospechaba que esa fachada ocultaba un hombre apasionado como pocos. La elección no estuvo mal, pues detrás de todo buen hombre siempre se esconde un animal.
Fue así que los otros hombres deberían abstenerse de salir por las noches, solamente él debería caminar por las calles pajolientas de Moxos. Noche a noche Tobías paseaba entre las sombras esperando encontrarse con la reina de las pasiones; nueve días y nueve noches penó su alma hasta que apareció. El estaba sentado fumando un cigarro y esperó el encuentro.
Grande fue su sorpresa porque no llevaba ropa, sólo una gasa le cubría el rostro y de sus pechos colgaban dos estrellas que centelleaban al movimiento de sus caderas, una estela de luciérnagas la escoltaba formando en el aire un arco iris de luz y sobre su pubis una luna... se miraron, no dijeron nada, sólo se amaron tiernamente, después ella desapareció volando arrastrada por las luciérnagas y voló, voló, voló en sus alas.
Tobías mintió al cura y a las monjitas, al vecino y a las autoridades-calló-, más que por el hecho de no haber cumplido su misión, porque se enamoró perdidamente de Flor de Azar.
Cuentan que estaba atontado, que casi no comía y sólo esperaba la noche para encontrarse con su Flor.
Después cuando la presión del pueblo fue mucha, tuvo que ceder. Estaban haciendo el amor cuando sintió la estaca. Un quejido certero atravesó el silencio de la noche y un lamento. Era él que lloraba y se estremecía por lo que había hecho. La Luz del pueblo fue encendida para ese efecto, los curiosos aparecieron de todas partes. ¡Ahí estaban los dos, ella tendida en el suelo y él llorando!
Dicen que nunca más volvió a tocar la flauta ni a enseñar y que enloqueció.
La noche que murió Flor de Azar les causó mayor impacto y sorpresas, pues su alma, incapaz de soportar tanta miseria salió del cuerpo y vagó, vagó.. se fue con el viento. Cuentan que aparece en noches de luna llena, en noches de cuarto menguante y de cuarto creciente...
¡Nadie nunca más la poseyó, porque ya no es de este mundo!!!!!

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