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viernes, 8 de octubre de 2010

Habernos conocido antes- cuento


Ellos dos se conocieron en la una discoteca, desde ese instante reconocieron ese halo extraño que despiden los solitarios. Olían el aroma negro de la oscura noche del tiempo. Hablaron mucho de sexo y de qué cosas le haría el uno al otro, para más tarde conocerse; se miraron con esa complicidad de querer asirlo todo; lo demás no importaba. Nada importaban los sueños, ni las cosas formales, sólo se sintieron atraídos y a partir de ahí la vida tenía que continuar.
No hubo enamoramientos a pleno sol, invitaciones a cenar, al cine o a las calesitas. Desde un comienzo esa relación fue sin futuro [¿quién piensa en el futuro cuando la piel se hace carne?], se ocultaron como ladrones porque ella era "una chica que olía bien" y él "era un hombre con vida formada". Aquello resultó como un imán, nada de formalismos y compromisos; sin embargo habría que acallar los jadeos y las respiraciones fuertes con un manto de doble moral y en la noche sola.
Habría que disimular aquel súbito deseo de mantener relaciones extrañas entre dos desconocidos.
Se citaron en una esquina, el pretil de la acera fue mudo testigo de aquel desasosiego, devorándose como animales, sin preguntar por qué, y si mañana existiría una ilusión. Empezó como un juego, después un taxista fue cómplice de besos... después paredes, calles, respiraciones agitadas, la cópula loca del rocío con la neblina. Más tarde, promesas no cumplidas y el aire se volvía insoportable.
Te hiciste la víctima porque ella no te dio la seguridad que tu pedías, porque tu condición de hombre tradicionalista no te permitía enamorarte de una mujer"rápida". Te arrepentiste porque hablaste demasiado, bebiste demasiado y ya el día venía con todo su esplendor y la verdad, ella no te creyó nada "noche de copas" te dijo-en el fondo pensando que esa podría ser la trampa para acercarte más, pero se equivocó- y te quedaste mudo porque ella era demasiado sincera como para ser real. Y quisiste jugar a las escondidas, al difícil, y enviaste mensajes cobardes arguyendo que todo fue un chispazo, que el amor es otra cosa.
Pero la volviste a ver, caíste en sus redes, te enredaste vos mismo en la debilidad de ser débil y permitir que ella te crea, sólo porque su mano bajó por debajo de la mesa tocando la tuya para sentir esa atracción desbocada de la primera vez, después estrujó su cuerpo en el tuyo como si fuera la única y la última vez que lo hicieran, te sacudió la ternura, pero las cosas estaban dadas, tu mundo no era el de ella, era sólo presente, momentos, instantes.
El despertar en la madrugada y sentir un calor diferente te ensombrecía todo, en una cama alquilada, en un cuarto desconocido, recordando lo que hiciste con la resaca maldita del whisky, esa melancolía tuya porque no supiste si ser feliz con la hazaña o sentirte vil, estúpido, degradado, cruel, porque ella era la que encendía la noche con sus ojos grandes y su cuerpo avasallan te y apasionado, y vos eras quien abría o cerraba la puerta de las posibilidades. Lo dejaste así ( sin señales, sin muestras de nada), ¿para qué seguir?, si los momentos se viven como vienen, no era nada más, ella no podía significar nada más; para qué cuestionarse, para qué sufrir, para qué pensar. Eso pensabas vos, pero a ella no le transmitiste nada, pues nunca se lo digiste, no fuiste honesta, no.
Las noches se volvieron insoportables y te aferrabas a la posibilidad de darle tu amor y después ni siquiera lo intentaste, porque ella no era para vos, no era lo que vos querías que fuera, era una aventurilla nada más (las aventurillas de una noche de copas no se las puede tomar en serio, no, aunque en ese encuentro te hubieran traspasado el alma).
Vinieron otros encuentros ya sin alcoholes, sin promesas, sin encuentros fortuitos (te quiero con derrota, no te prometo nada, no quiero saber mucho de ti, ni si la muerte te habita por dentro, o si el verano te quita las congojas, no puedo no quiero hacerte daño, tu entiendes...) ¿qué te creías vos para profanar su alma, para arrastrarla a caminos insospechados de placer y de incertidumbres?
Ella ter transportaba al cielo a la muerte a la nada. Todo era desborde, huella, desasociego y te dejabas hacer consciente de que eras el rey de todo y no te atrevías a traspasar la puerta. Los días inexorables pasaban, la pasión de ella se agigantó y tuviste que decir "hay otra en mi vida" (no quiero mentirte, no quiero engañarte, no) Entonces ella apuró un whisky y tragó saliva.
¡Maldita sea! ¡esto no debió ser tan intenso! dijo como en un murmullo, casi para sí.
Esto no debió comenzar así, debió ser de otro modo- digiste triste.
Un escalofrío recorrió sus cuerpos y se mantuvieron en duelo. No hubo llantos ni despedidas, ni comentarios, Ella lo miró como a un se solitario, despreciable y envejecido.
Caminó solitaria, había parado el viento y bajo los árboles apareció esa luz sobrenatural que sigue al inverno. Los autos pasan dejando s u huella contra el asfalto, tocan sus bocinas de modo ensordecedor, casi asfixiante.
Ella sabe que como a él ¡alquien la espera en casa!

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