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viernes, 8 de octubre de 2010

Extrañamente, el día en la ciudad, el día doméstico, el día radiante:
el día que se cierne sobre el mundo; el día que amanece, y que se sueña, y que se vive; el día que se vive, no tiene nada que ver con el día.
Pues el día sólo se vive en la realidad real, y no todos la perciben.
Es un destello de alegría que te sacude, es un golpetazo de sol que te ilumina, te señala un lugar en el mundo:
24 horas para vivirlas extensamente, profundamente: para habitarlas, para vivirlas en el momento preciso, en el lugar perfecto.

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